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miércoles, 22 de septiembre de 2010

EDUCAR PARA CAMBIAR





"SOLO AQUELLOS QUE SE DECIDEN DEJAR DE HACER LO MISMO DE SIEMPRE, LOGRARÁN RESULTADOS DIFERENTES"

DIOS NO ME RESPONDE



¿Por qué Dios a veces
no responde nuestras oraciones?

Dios a veces “parece” que no respondiera nuestras oraciones, pues -como Padre infinitamente Sabio y Bueno que es- nos da lo que realmente necesitamos y no lo que creemos necesitar. No nos da lo que le pedimos, sino lo que nos conviene. Y no nos da lo que le pedimos, porque nuestra petición la mayoría de las veces no coincide con su Voluntad.

Cabría preguntarnos: ¿Y por qué Dios no nos otorga sino lo que es su Voluntad? Sencillamente porque su Voluntad siempre coincide con el mayor bien para cada uno de nosotros sus hijos. Y nuestro mayor bien es nuestra salvación eterna. Todo en la Sabiduría Divina va dirigido hacia nuestra meta eterna, no hacia metas terrenas. Y, lamentablemente, la mayoría de nuestras oraciones van dirigidas hacia metas terrenas.

Adicionalmente, nuestros deseos deben ir engranados con los deseos de Dios. O ... ¿nos olvidamos de lo que rezamos en el Padre Nuestro?: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo”. Y -recordemos- fue Jesucristo mismo Quien nos enseñó a orar así.

No nos equivoquemos: Dios siempre responde nuestra oración, pero no siempre en la forma como nosotros deseamos. No creamos, sin embargo, que porque no se cumplan nuestros deseos no estamos siendo oídos: nuestra oración siempre es escuchada por Dios.

Es bueno, entonces, acostumbrarnos a pedir a Dios, recordándonos que sólo nos dará lo que es su Voluntad. “No se haga mi voluntad, sino la tuya, Padre” (Lc. 22, 42), oraba Jesús antes de su Pasión. Nosotros también debemos orar así, sometidos siempre a la Voluntad Divina, agregando esa coletilla al final de nuestras peticiones.

Nuestras oraciones, en vez de parecerse a una lista de encargos o a un pliego de peticiones, o a un inventario de compras, o a un registro de órdenes para Dios, debieran más bien ser solicitudes gentiles al Señor, siempre sometidas a su Voluntad:

.“Si es tu Voluntad que se realice esto (....) Señor, te estaría ¡tan agradecido”.

.“Tú sabes, Señor, que estoy sufriendo por esto (...) Me pongo en tus manos, Señor”

.“Tú sabes, Señor, lo mucho que sufre (tal persona) y con amor te la encomiendo”.

.“Lo que Tú creas, Señor, con relación a (tal cosa) sé que es lo mejor”.

.“Señor: Tú puedes sanarme si Tú quieres. Hágase tu Voluntad”.

.“Señor: si permites la curación de (tal persona) me darías ¡tanta alegría!”

Orando así no nos sucederá lo que nos dice el Apóstol Santiago en su Carta: “Piden y no reciben porque piden mal” (St. 4, 2).

Sólo Dios sabe lo que nos conviene a cada uno. Y eso ni lo conoceremos ni comprenderemos a plenitud aquí en la tierra, sino allá en el Cielo, cuando estemos viviendo en Dios.

CUATRO GOLPES AL DESÁNIMO I




GOLPES AL DESÁNIMO 1



Pasaje clave: Éxodo 18:9-21.



La palabra desánimo significa “no tener ganas”, “estar aburrido”, “cansado”, “sin voluntad”.

Una persona desanimada siempre abandona el proyecto que Dios puso en su corazón. No hay nada más destructivo que el desánimo, en todas las áreas: familiar, laboral, económica, etc.

Le aplicaremos cuatro golpes mortales al desánimo, y debemos saber que:

Dios siempre expande, el enemigo siempre achica.

Dios vendrá a tu vida para expandirte nunca para empequeñecerte, porque Él es expansión, amplitud, multiplicación.

Nunca nos pedirá que dejemos de hacer algo sino que nos dará más de lo que estamos haciendo porque nuestra genética, nuestro ADN espiritual es multiplicación. Cada vez que un hombre era presionado, escasez, perseguido, en la Biblia , luego le venía la multiplicación y cuando el Espíritu Santo le traía unción era porque esa persona sería multiplicada. Por eso cuando logramos algo siempre queremos algo más, porque nuestro destino es ser multiplicados.

Por ejemplo, en una oportunidad, una mujer tomó un frasco de perfume de diez o doce mil pesos y lo rompió derramándolo a los pies de Jesús y Judas, que robaba, dijo: “Por qué se desperdicio este dinero que se podría haber dado a los pobres”. Jesús reprendió a Judas y le dijo: “A los pobres siempre los tendréis entre vosotros”, queriendo decir que siempre estarán “entre” ustedes que nunca serán pobres, para que le den una palabra de fe y los saquen de la pobreza para llevarlo a la abundancia.

David dijo: “No he visto justo desamparado ni su simiente que mendigue pan.”

Si Dios pone a alguien en necesidad cerca nuestro es para que le enseñemos nuestro ADN de multiplicación que él también puede tener aceptando a Jesucristo y así poder avanzar, crecer y lograr todos los sueños de su corazón.

Jesús no fue pobre, al morir se hizo pobre. Jesús murió desnudo para que nosotros estemos abrigados, cargó con la maldición para que estemos en bendición, se hizo pobre para que vivamos en abundancia.

Cuando Adán desobedeció a Dios, trajo maldición, y todos los que nacimos de Adán estamos bajo esa misma maldición. Pero Pablo dijo que Jesús es el segundo Adán, que murió, resucitó y, los que estamos bajo Él, heredamos bendición.

Por eso, si alguien te maldice decí: “Ya no estoy bajo Adán para que la maldición me alcance, ahora estoy bajo la bendición del segundo Adán, Jesucristo, y la multiplicación me va a alcanzar.

Así como la maldición se hereda, la multiplicación también.

¡Dios quiere expandirme!

Por ejemplo, no tengo trabajo, luego consigo uno, tengo un sueldo y pronto llego a ser jefe, compro la fábrica y después recibo otra fábrica y otra más, o sea voy de bendición en bendición.

Cuando Dios nos lleva en expansión observaremos dos cosas:
Nuestro cuerpo nos limita. El espíritu puede soñar, ir de un lado para otro pero el cuerpo no lo acompañará porque tiene un límite, se cansa y no resiste tanta bendición.

La mente tampoco resiste. Por ejemplo si en mi trabajo soy el encargado de la limpieza y hago bien mi tarea, la recompensa será que me aumenten el trabajo; y si también lo hago con excelencia me agregarán más tarea, porque a una persona eficaz se le pedirá más.

Pero habrá un momento en que llegará al tope y, lo que antes hacía excelentemente, comenzará a ser deficiente. Ésta es la ley de Peters que dice: “Todo persona es capaz hasta su nivel de ineficiencia”.

Así pasa con las bendiciones de Dios, recibimos abundantemente hasta que la mente llega a un punto de ineficiencia, el espíritu tiene la capacidad de soñar y alcanzar el mundo, pero el cuerpo y la mente no, entonces ahí aparece el desánimo.

(CONTINÚA…)

jueves, 26 de agosto de 2010

LA SANIDAD SIEMPRE VIENE









¡La voluntad de Dios es sanarle! Así lo dice su Palabra. Si no lo cree, entonces usted no puede orar creyendo que recibirá en fe.


Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
– Marcos 16:17-18

Antes me enojaba con las personas sobre las cuales imponía las manos y no se sanaban. Un día estaba hablando con Dios acerca de esto. Él habló a mi espíritu y dijo: "La sanidad siempre viene". Recuerdo que dije: "¿Cómo que la sanidad siempre viene? No todas las personas son sanadas".

"Yo no dije que todos la reciben", respondió. Luego me habló con firmeza, diciendo: "Yo cumplo mi parte, y he dicho que se recuperarán".

Esas palabras me golpearon como una tonelada de ladrillos. Dios dijo que ellos se recuperarán. Él nunca miente. Si Él dijo que se recuperarán, entonces eso significa que la sanidad siempre viene. No es Dios quien la retiene, sino los que no la reciben.
Desde entonces, no he tenido ningún problema al imponer las manos sobre las personas y creer que van a ser sanadas. Ya sea que ellas se vayan sanas o no, yo solo permanezco en la fe por ellas. De hecho, sé que si esa persona, que se va enferma, llega a poner en línea su fe con Dios y conmigo (no importa que sea dentro de cinco años) se sanará.
Si ha impuesto las manos sobre alguien que no recibió la sanidad, no retire su fe para que no se corte el poder de Dios. Permanezca firme. Siga creyendo que "la sanidad siempre viene", y quizá más adelante esa persona enferma decida estar firme y ponerse de acuerdo con usted.

LA TRADICIÓN: UNA ASENINA DE LA SANIDAD

Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
– Mateo 15:6b


Cáncer, enfermedades del corazón, esclerosis múltiple: cuando pensamos en enfermedades mortales, esos son los nombres que vienen a la mente. Pero la verdad es que en la Iglesia de hoy hay una asesina suelta más mortífera que esas enfermedades. Ha destruido más vidas de lo que cualquiera de nosotros se pueda imaginar. Se llama "tradición". Las tradiciones le roban a los creyentes la sanidad. Roban el poder de las promesas de Dios. A continuación hay tres de las cuales debe tener cuidado:

1. La tradición que dice que no es siempre la voluntad de Dios sanarle.

¡La voluntad de Dios es sanarle! Así lo dice su Palabra. Si no lo cree, entonces usted no puede orar creyendo que recibirá en fe. Usted es como el agricultor que se sienta en su pórtico y dice: "Creo en las cosechas, pero no voy a sembrar ninguna semilla este año. Simplemente creeré, y si es la voluntad de Dios, mi cosecha vendrá". Ese agricultor nunca verá la cosecha. La fe es la semilla de la sanidad, si usted no la siembra, no crecerá. Una oración que incluye las palabras: "Si es tu voluntad", no producirá una cosecha de sanidad. Debe saber sin lugar a dudas que la sanidad es siempre la voluntad de Dios para usted.

Otra tradición que oímos es que la sanidad ya pasó y que ya no hay milagros. Pero la Palabra de Dios prueba que eso no es cierto. En Éxodo 15:26, Dios dice: "... yo soy Jehová tu sanador". Dios también nos dice que Él no cambia (Malaquías 3:6). El nunca ha cambiado desde que empezó el tiempo. Para que la sanidad deje de ser, Dios tendría que dejar de existir, y Él no está por hacer eso.

La tercera tradición peligrosa es: "Dios se glorifica cuando los cristianos están enfermos". Esa tradición viola o infringe totalmente la Palabra de Dios. La Biblia dice que la gente le dio la gloria a Dios cuando vieron a los paralíticos caminar y a los ciegos ver. Dios recibe la gloria cuando usted es sanado, ¡no de su padecimiento!

El mundo está buscando una manera de escapar de las enfermedades y las dolencias, no una manera de entrar en ellas. Acabemos con esas tradiciones y libremos a un mundo herido de la asesina más peligrosa.

De la tradición a la verdad

Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.
– Salmo 103:2-5

¿En realidad hay un propósito divino tras las cosas malas que le suceden a usted? ¿Es posible que sus enfermedades y calamidades sean parte del plan de Dios para su vida?

Antes de que pueda empezar a recibir la sanidad y el poder liberador de Dios, usted tiene que saber la respuesta a esas preguntas y aclarar ese asunto de una vez por todas. Si tiene alguna sospecha de que Dios es la fuente de sus desventuras, entonces no podrá creer que Él pueda liberarlo de sus dificultades; además, estará paralizando su fe porque creerá que si evita esas cosas estará oponiéndose a la voluntad de Dios.

Para que pueda recibir todos los beneficios que Dios desea darle, usted debe estar de acuerdo con que Él es un Dios bueno. Debe creer que la voluntad de Dios para usted es la salud, no la enfermedad; la prosperidad, no la pobreza; la felicidad, no la tristeza, cien por ciento del tiempo. El Salmo 103 es suficiente para probar que eso es cierto. Pero si no es suficiente para convencerlo, también hay muchos otros salmos. Uno de los mejores versículos conocidos es el Salmo136:1 que dice: "Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia".

Si las tradiciones religiosas le han privado de la bondad de Dios, si le han enseñado que Él permite dificultades en la vida para enseñarle algo, empiece hoy a deshacerse de esas tradiciones y reemplácelas con la verdad.


Lea la Biblia y deje que Dios mismo le diga por medio de su Palabra que Él es el Dios que lo sana (Éxodo 15:26). Escudriñe las Escrituras y vea por sí mismo la verdad de que Dios es misericordioso (Salmo 86:5); bondadoso (Jeremías 9:24) y compasivo (Salmo 145:8).

Deshágase de las dudas y abra su corazón para recibir la verdad acerca de su Padre celestial. Es lo único que podrá hacerle verdaderamente libre. Salmo 89:1-28